viernes, 8 de mayo de 2009

EXIGENCIAS INACEPTABLES

Parece ser que el FMLN ha cambiado, a partir del 1 de mayo, su línea de semanas anteriores en relación con la configuración del nuevo gobierno. Hasta el viernes pasado los mensajes se movían entre la resignación, el despecho, el deslinde de responsabilidades y el cambio de táctica política.

Parecía que ante la determinación del futuro presidente de rechazar algunas pretensiones políticas o aspiraciones personales de dirigentes del partido, la decisión corporativa era decir: “Ni queríamos” entrar en el gobierno. Parecía como que comenzaban a desasociarse de la responsabilidad, de los costos y del previsible desgaste de un gobierno que los había decepcionado antes de iniciar su gestión.

Parecía, entonces, que comenzaba a perfilarse en el Frente un viraje consistente en reagrupar a sus cuadros en las trincheras de la Asamblea y a sus huestes en la calle para hacer valer todo su peso y su imprescindible concurso desde estas plataformas. Y parecía, además, que para esta apuesta contaban con un partido ARENA debilitado, dividido y, sobre todo, bajo control de personajes que facilitarían al Frente los entendimientos, negociaciones o negocios que considerara convenientes.

En esta lógica interpretamos la abrupta renuncia de Roberto Lorenzana al equipo de Funes, así como las increíbles explicaciones que ofreció el prominente diputado. En esta lógica interpretamos también las reiteradas y alambicadas afirmaciones de que el FMLN no sería un partido en el gobierno ni un partido de gobierno. Sólo les faltó decir: “…sino todo lo contrario”, para consumar la postura cantinflesca.

Si nos equivocamos, tendrán que disculparnos. En caso de error –poco probable– la causa sería la falta total de información atribuible a un presidente electo y a un partido político que decidieron en las últimas semanas clandestinizar sus discusiones, como si no fueran de importancia pública, olvidando por completo, desde antes de comenzar a gobernar, sus históricos reclamos y compromisos a favor de la transparencia y el derecho de información de los ciudadanos.

Volviendo al tema, parece que el FMLN ha cambiado su línea y su táctica política a partir del 1 de mayo. Habiendo fracasado la maniobra de cooptar –o comprar– diputados de otros partidos, en la peor tradición arenera, y configurar así un poder parlamentario dominante, ahora resulta y se constata, en declaraciones de varios dirigentes, que “siempre sí”, como dicen los mexicas, quieren participar de lleno en el gobierno, de preferencia asumiendo los cargos más altos e importantes. Ahora resulta que es necesario evitar que el gobierno se llene de “oportunistas”. Ahora resulta que no hay que hacer concesiones ni ceder posiciones. Ahora resulta que tendremos que examinar de nuevo, pero esta vez con lupa, la “unidad nacional” de la que tanto nos han hablado.

La noticia sería buena si sólo significara que el FMLN, pensándolo bien, ha decidido madurar y asumir sus responsabilidades entrando de lleno en el gobierno, con genuino respeto a la voluntad de los ciudadanos, como corresponde a cualquier partido que gana una elección. Si éste fuera el caso, no habría problema. Al contrario, sería una buena noticia, pero parece, lamentablemente, que los tiros van en otra dirección.

En cualquier caso, nadie le discute al Frente su derecho y su deber de participar con algún peso en el gobierno, pero lo que no puede hacer, porque sería inaceptable para una amplia mayoría de ciudadanos, es hacer exigencias al presidente electo desde el radicalismo, desde el clientelismo, desde cualquier enfoque “revolucionario” que se aparte del concepto de cambio que el candidato ofreció en la campaña, o desde cualquier pretensión de hegemonía partidaria sobre el conjunto de fuerzas económicas, políticas y sociales del país.

El FMLN parece, por las últimas declaraciones de sus dirigentes, un tanto ardido y desconcertado ante las primeras señales de recomposición del bloque de partidos de la derecha. Eso se comprende, pero ahora debe ser prudente, porque algunos de sus comportamientos podrían conducir a pensar que su magnanimidad y su apertura, incluyendo la designación de su candidato a la presidencia, eran falsos, y que sólo valían si sus victorias electorales eran abrumadoras, si la oposición quedaba descuartizada, si Mauricio Funes se supeditaba totalmente a sus designios y si podían, en consecuencia, dominar a su antojo el escenario nacional.

Lo peor que puede hacer ahora el Frente es atrincherarse en su pureza revolucionaria, plantear exigencias inaceptables al presidente electo y tirar una cortina de humo sobre sus desavenencias recurriendo al trillado recurso de la conspiración de la derecha. Lo mejor que puede hacer es madurar de una buena vez, asumir sobre bases más inteligentes y responsables su nuevo rol como partido de gobierno y reconstruir la confianza del partido en la persona que los salvadoreños eligieron como presidente de la República.

Salvador Samayoa

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