jueves, 21 de mayo de 2009

NI IGNORANTES NI FANÁTICOS EN CARGOS PÚBLICOS

El problema tanto de los ignorantes, como del fanático, es que no hay argumentos

Es imposible, o al menos muy difícil, disimular la ignorancia, aunque todos los seres humanos, como dijo Sócrates, sólo sabemos que no sabemos nada. Sin embargo aunque un físico eminente sea un total ignorante sobre la cultura tibetana, la biología de las ranas o un millón de otros conocimientos, la madurez y autoridad intelectual que le da su preeminencia en una ciencia le concede una aura especial además de organizarle su cabeza. Para el sabio en algo, aprender otras cosas le toma una fracción del tiempo que requiere el ignorante, lo que se debe considerar al integrar un gabinete de gobierno.

A lo anterior hay que agregar dos advertencias clásicas: no hay peor sordo que el que no quiere oír ni ciego que el que no quiere ver. Es la sordera del Talibán, la ceguera del ideólogo y la insensibilidad del que odia. Es lo que caracteriza al individuo que se cree en posesión de la verdad absoluta, el que primordialmente mira hacia dentro y no hacia fuera. Es el problema de los mesiánicos y los que se suponen ungidos por Dios para dirigir a la humanidad.

Al escoger su gabinete, el Presidente electo debe cuidarse mucho de no caer en la trampa de los que creen haber encontrado la pomada mágica para los males que aquejan a nuestro pobre país.

Como señalamos ayer, la inmensa complejidad de las sociedades contemporáneas en lo social, lo económico, lo cultural, los intercambios y relaciones entre sí, demanda que las personas en cuyas manos se colocan responsabilidades públicas tengan conocimiento, sensatez, objetividad y además humildad. Esos funcionarios tienen la tarea, y la obligación, tanto de buscar respuestas sensatas a planteamientos, como de promover lo mejor para las partes involucradas.

La función pública no da lugar para revanchismos ni menos para emprender cacerías contra gentes y grupos que cumplen con la ley. Aunque se dan muchos casos de individuos que prosperan en ilícitos, esos siempre son la minoría.

Los sordos y ciegos ahuyentan inversión
Es importantísimo, además, una cuestión casi de supervivencia institucional, que los cargos públicos sean desempeñados por personas que ya saben, que tienen capacidad, pero que además saben que no lo saben todo. Y al saber que no lo saben todo, deben estar dispuestos a aprender de la gente y los sectores que los buscan.

El problema tanto de los ignorantes, como del fanático, es que no hay argumentos capaces de penetrar su sólido y granítico desconocimiento. Ese problema se presenta con frecuencia en las discusiones de representantes del sector productivo con políticos de izquierda: hay temas que simplemente no se entienden, como uno simple sobre los costos de producción o las dificultades para conseguir financiamientos.

Tampoco se logra persuadir respecto a la necesidad de cambiar de manera permanente tecnologías y sistemas, lo que demanda adicionales inversiones, más capacitación y, asimismo, prescindir de contratos e incorporar nuevo personal.

La fábrica "explotadora" del modelo marxista dejó de existir hace más de siglo y medio y fue reemplazada por operaciones de ensamblaje que se nutren de cientos de otras empresas del mundo entero. Por eso es vitalmente necesario que las autoridades hablen el lenguaje y estén al día con lo que pasa en el mundo económico. Se puede honrar y premiar a las momias políticas, pero nunca colocarlas donde sus traspiés e ignorancia destruyan riqueza y ahuyenten inversión.


Editorial de El Diario de Hoy

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