jueves, 21 de mayo de 2009

PERSPECTIVA PREOCUPANTE Y DISCURSO SORPRENDENTE

Se produjo al fin la visita del presidente electo a Caracas. No era sensato pensar que Funes postergaría por mucho tiempo este asunto. Tampoco era necesario hacer el viaje en este momento, sobre todo habiendo cancelado, por buenas razones, otras visitas que Funes tenía previsto realizar con anterioridad a su investidura presidencial.

Se especula que el encuentro de Funes con Chávez fue una exigencia del FMLN. Si este fuera el caso, no sería una decisión censurable. Al contrario, podría interpretarse como un sensato, comprensible y necesario ejercicio de mitigación de diferencias políticas, recelos, desconfianzas y conflictos entre el futuro presidente y el partido de gobierno. No habría problema, entonces, si la visita de Funes fuera sólo expresión de entendimientos políticos internos en el campo de las fuerzas que asumirán el poder el próximo 1 de junio. Pero, lamentablemente, lo más probable es que las cosas no sean tan sencillas o tan positivas.

Con una sola excepción relevante, los temas de la reunión de Caracas que trascendieron a la prensa se limitaron a intercambios normales en cualquier relación bilateral. Nadie puede objetar a Funes la intención de continuidad y el agradecimiento a Venezuela por la “operación Milagro” en el área de salud, o el inicio de su gestión para incrementar la exportación de productos agrícolas salvadoreños a Venezuela. Tampoco puede objetarse la idea de centralizar y hacer más transparente la importación de petróleo venezolano que hasta ahora se ha manejado con inquietante turbiedad y sesgo político por una corporación de municipalidades de nuestro país.

Más preocupante es el tema de la integración de El Salvador a la “Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América”, conocida como Alba. El presidente electo no comprometió su posición, pero abrió una puerta que permaneció cerrada en todos sus discursos y declaraciones de campaña. Alba es una iniciativa de oposición a los tratados de libre comercio impulsados por Estados Unidos, y es una iniciativa regional de confrontación política con ese país. Y ahora resulta que Funes “no la descarta” y que pide “analizarla sin prejuicios”, aunque mantiene el tenue compromiso de “desechar lo que sea nocivo para el país”.

Así vamos, pasito a pasito, poco a poco. Y esto recién comienza o, mejor dicho, todavía no comienza. El tiempo terminará poniendo todas las cosas en su sitio, pero bien harían en poner sus barbas en remojo los que se han rasgado las vestiduras con alardes de indignación, argumentando que todas las advertencias de peligrosa vinculación de un gobierno del FMLN con el régimen de Chávez eran puros inventos o campañas mediáticas de la derecha.

En este sentido, la perspectiva más preocupante, sobre todo a la luz de los innegables problemas de caja y de déficit fiscal que enfrentará el gobierno de Funes, es la tentación de recurrir al financiamiento de Chávez. Los medios de prensa no dan cuenta de que éste haya sido un tema abordado en la reunión de Caracas, pero los antecedentes están a la vista. Para muestra, un botón: Argentina optó por este recurso financiero en tiempos de Néstor, y en sólo tres años, con el complaciente concurso de Cristina, Chávez ha comprado ya la friolera de $7,800,000,000 (sí, siete mil ochocientos millones de dólares) en bonos soberanos de Argentina. Sobra resaltar el poder y la influencia que ahora tiene Chávez en toda la gestión del gobierno argentino.

En una situación tan precaria de las finanzas públicas, con problemas inmediatos para pagar salarios, para pagar a proveedores del gobierno, para mantener el gasto social y para realizar algunas obras de infraestructura, no nos resulta muy difícil imaginar a Ramiro, a Orestes, a Norma, a Sigfrido y a otros personajes preguntando a “Mauricio” si se ahorcará en la soga imperialista y neoliberal del Fondo Monetario o aceptará la solidaria, generosa y desinteresada ayuda financiera del Comandante Hugo Chávez.

A la luz de tan preocupante perspectiva, nos hemos quedado rumiando el sorprendente discurso de Funes en Miraflores. ¿En qué habrá estado pensando cuando le dijo a Chávez que saludaba con fervor y entusiasmo el proceso de transformaciones que lleva a cabo su gobierno? ¿En qué estaría pensando cuando habló del “liderazgo indiscutible” de Chávez? El respeto y la amabilidad protocolaria son siempre encomiables, pero muy malos tiempos nos esperan si en realidad nuestro futuro presidente ve con “fervor y entusiasmo” las transformaciones de Chávez. Peor aún si realmente le parece “indiscutible” un liderazgo basado en la prepotencia, el militarismo, la intimidación de la oposición y el cierre de medios de comunicación.

Salvador Samayoa

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