martes, 10 de febrero de 2009

ALIANZAS NO DEBEN ASUSTAR A VOTANTES

Tres semanas antes de las elecciones presidenciales en Venezuela de diciembre de 1998, los partidos políticos venezolanos se enfrentaron a un dilema parecido al que se enfrentaron los partidos políticos salvadoreños recientemente.

En ese momento, Hugo Chávez tenía una intención de voto de un 42% y el candidato de Proyecto Venezuela, Henrique Salas Romer, contaba con el apoyo de un 37% del electorado. El resto de partidos, como el Partido Demócrata Cristiano, COPEI, contaba con un apoyo del 5% del electorado, y el Partido Acción Democrática (AD), tenía una intención de voto de un 6%.

En dicho momento y ante el pánico de que Hugo Chávez llegase al poder, los políticos venezolanos hicieron unas sumatorias bastante fáciles. Ellos sostuvieron que el 37% de Salas Romer, más el 11% de apoyo de AD y COPEI, eran suficientes para derrotar a Chávez. De tal manera, que los secretarios generales de dichos partidos se dedicaron a retirar a sus respectivos candidatos presidenciales y en el caso del candidato de AD, Luis Alfaro Ucero, hasta lo expulsaron del partido.

Esta acción, sin embargo, no tuvo el apoyo de los votantes independientes, los cuales querían un cambio y veían a Salas Romer como una opción de cambio moderado. En ese momento, el contraste entre la propuesta de cambio moderado de Salas Romer versus la propuesta de cambio radical de Hugo Chávez estaba dando resultados. Sin embargo, al mostrarse Salas Romer como un aliado de AD y COPEI, su credibilidad para ser un agente de cambio se derrumbo. El resultado de dicha elección es ahora conocido. Hugo Chávez ganó la elección presidencial con el 56% de los votos versus el 40% de Salas Romer.

La primera lección que podemos obtener de la experiencia venezolana es que las matemáticas en política son mucho más difíciles de hacer de lo que parecen. El asumir que los votantes de un partido van a votar automáticamente por otro candidato, simplemente porque su dirigencia así lo dispone es un error. Por ello es importante realizar una campaña enfocada en los votantes de los partidos aliados.

La segunda lección es que las alianzas políticas, sobre todo cuando se hacen entre partidos políticos tradicionales, deben hacerse de tal manera que no ahuyenten al votante independiente, el cual es generalmente muy crítico de este tipo de alianzas.
Otra lección importante es que, en muchas elecciones, el cambio se vuelve el tema central de discusión.

En dichos casos, las alianzas políticas deben ser una herramienta para promover el sentimiento y el impulso de cambio.

En Venezuela el problema fue que el rechazo a las alianzas le otorgaron a Hugo Chávez el monopolio sobre el significado de cambio. Por consiguiente, es clave contar con una estrategia comunicacional para vender una alianza, ya que los votantes no van a comprender los acuerdos y arreglos que dichas alianzas necesariamente incluyen.

Hay muchos ejemplos de alianzas que simplemente no suman los votos que se pensaban ( un ejemplo claro es Sebastián Piñera, en Chile, en 2005). Por ello, es esencial hacer las matemáticas de las alianzas con mucho cuidado.


Rodrigo Chávez
http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=3333741

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