viernes, 27 de febrero de 2009

LA INGOBERNABILIDAD EN EL SALVADOR

En el programa televisivo Diálogo por El Salvador, el periodista Jorge Hernández entrevistó a cuatro académicos para que opinaran sobre el tema de la Gobernabilidad democrática. Por el prestigio intelectual de los entrevistados y la trascendencia del tema, el diálogo fue dinámico, vivo, ilustrativo y de buen nivel teórico, sin caer en el academicismo. Fue, en síntesis, un modelo de entrevista política. A mí no solamente me sorprendió, sino también me motivó para soltar algunas reflexiones con base a mi experiencia profesional y mis lecturas.

Gobernabilidad democrática no debería ser un tema coyuntural de campaña política, sino también, y sobre todo, de debate permanente. Involucra a funcionarios gubernamentales, a líderes empresariales, a partidos políticos, a sindicatos, a organizaciones civiles y a ciudadanos de a pie.

Hay muchas experiencias traumáticas en las jóvenes democracias de América Latina tales como protestas callejeras, toma de edificios, asaltos a empresas, violencia política, movimientos guerrilleros, confrontación de agravios y muchos etcéteras más. Estos problemas han logrado que los ciudadanos desconfíen de los valores democráticos. Por nuestra inmadurez política y falta de educación cívica ignoramos que el análisis de la ecuación gobernabilidad y democracia es el que puede explica las causas de los fenómenos sociales, económicos y políticos del país.

Si alguien me preguntara si existe gobernabilidad en El Salvador, sin subterfugios, le respondería: ¡No! Y si me volviera a preguntar al revés, si hay ingobernabilidad, le diría: ¡Sí! Se trata de un fenómeno común a todos los países latinoamericanos. No son asuntos concluidos, sino en proceso, en curso. Y El Salvador no podría ser la excepción. El periodista Jorge Hernández llegó al corazón del problema, al preguntar a sus invitados si El Salvador es gobernable. Algunas respuestas fueron imprecisas, otras evasivas y otras más ilustrativas.

Con fines didácticos, me parece necesario comenzar por definir gramaticalmente los conceptos gobernabilidad e ingobernabilidad y, después, contraponerlos. El Diccionario de la Real Academia Española dice que gobernabilidad es la cualidad de gobernable y gobernable lo que puede ser gobernado.

Definido al reverso, ingobernabilidad es la cualidad de ingobernable e ingobernable que no se puede gobernar. Muy sencillo, ¿no? Pero esto es simplemente gramatical.

Para acercarnos al fondo se debe analizar el problema desde sus tres vertientes: social, político y económico, según Norberto Bobbio, Salvador Giner, Giovanni Sartori y Antonio Camou. O, como dice el Dr. Álvaro Artiga-González, se trata de un problema múltiple que debe estudiarse en forma teórica y metodológica para medir el nivel de gobernabilidad y de democracia en el país.

Desde el punto de vista social existe ingobernabilidad en El Salvador por la sobrecarga de demandas de la mayoría de la sociedad y que ningún Gobierno, sea de izquierda o de derecha, puede satisfacerlas adecuadamente. Hay demanda de trabajo, de vivienda, de salud, de educación, etc.

No es un Gobierno el culpable de la ingobernabilidad (o gobernabilidad) en la sociedad, sino los dos factores: el Gobierno y la sociedad. El Gobierno y la oposición, los partidos políticos y las organizaciones ciudadanas deben comprometerse, como dice el politólogo Antonio Camou, para "mantener un nivel aceptable de gobernabilidad". Si no existe este compromiso, sobreviene la ingobernabilidad.

Desde el punto de vista político, el factor principal de la ingobernabilidad (o gobernabilidad) es que las demandan contra el Gobierno democrático crecen, mientras la capacidad del Gobierno democrático mengua. Y el factor económico es un círculo vicioso porque si el Gobierno satisface la sobrecarga de demandas, provoca una crisis fiscal, como sucedió en Argentina, por la década del 50, con Juan Domingo Perón y su política populista.

En conclusión, para que exista gobernabilidad democrática se requiere legitimidad o capacidad para hacer cumplir las leyes con el consentimiento de los ciudadanos; eficacia o capacidad de cumplir con el plan de desarrollo social, político y económico prometido y estabilidad o capacidad de mantener el orden político. Estabilidad no es inmovilidad, sino la base del cambio para lograr un país más justo.

Carlos Sandoval
http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=3389360

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