viernes, 27 de febrero de 2009

LA HORA DE LA VERDAD

Las elecciones de diputados y alcaldes de enero de 2009, y principalmente la elección de Norman Quijano a la alcaldía de San Salvador, han cambiado la manera en la que percibimos la situación política del país en tres dimensiones. El primer cambio fue que todos descubrimos que Rodrigo Ávila tenía una buena probabilidad de ganar las elecciones. El cambio de percepciones fue dramático para ambos bandos. La desmoralización del FMLN en la noche de las elecciones y en los días siguientes es innegable, como también lo es el hecho que ARENA está crecida y el FMLN bastante deprimido desde ellas, que es la situación contraria de la que existía antes de las elecciones de enero.

El cambio en las percepciones fue especialmente dramático porque las encuestas de las universidades, de las que se hubiera podido esperar una objetividad profesional, crearon un ambiente en el que parecía que un triunfo del FMLN era imparable, dándole la impresión a los votantes de que si pensaban votar por Ávila eran parte de una minoría errada y vergonzante, mientras que si votaban por Funes serían apoyados por una mayoría abrumadora de sus conciudadanos.

La realidad probó ser muy distinta, especialmente en la alcaldía de San Salvador. Este es el segundo cambio en las percepciones electorales: la credibilidad de aquellas basadas en las encuestas hechas por universidades ha caído muy fuertemente. Las universidades han tratado de minimizar la erosión de su credibilidad, insistiendo que estaban en lo correcto y explicando la diferencia entre los que predijeron y lo que sucedió como el resultado de cambios de última hora en las intenciones de voto.

Esta defensa erosiona aún más su credibilidad, ya que no proveen ninguna evidencia científica de que hubo tal cambio, excepto que sus predicciones no se cumplieron. Cualquiera entiende que el haberse equivocado no es prueba de haber estado en lo correcto si no se demuestra específicamente que el alegado cambio se dio. Si no fuera así, usted podría hacer cualquier pronóstico --sea sobre las elecciones de presidente o de Miss Universo, o sobre el valor de ciertas acciones-- y luego, al errar gruesamente como lo hicieron las encuestadoras universitarias, decir que el error se debió a que usted estaba en lo correcto pero que los votantes, o los jueces de belleza, o los vendedores y compradores de acciones cambiaron de opinión en el último momento. Así cualquiera se convierte en profeta. Allá quienes les crean.

La tercera dimensión en la que las elecciones de enero cambiaron la percepción de la realidad electoral es la caracterización de las motivaciones que dirigen el voto de los salvadoreños. Durante esta campaña, las desviaciones a favor del FMLN que tenían las encuestas de las universidades dieron la impresión de que el electorado había identificado al FMLN con el cambio positivo y de que estaba surgiendo un culto a la personalidad de Mauricio Funes, que la gente estaba dispuesta a hacerle caso en todo lo que él quisiera. La votación mostró que no es así. El caso más claro es el de la alcaldía de San Salvador.

Como hasta los Amigos de Mauricio (Funes) reconocieron en un campo pagado en varios periódicos del país, Norman Quijano ganó la Alcaldía de San Salvador porque demostró que podía ser mejor alcalde, presentando las mejores propuestas y el mejor equipo para implementarlas. Y ganó en contra del apoyo que Mauricio Funes dio a su rival y a pesar de que las encuestas universitarias le daban a ella una ventaja de hasta 17 puntos porcentuales. Al triunfar, Norman Quijano derrotó no sólo a Violeta Menjívar sino también la idea de que había un culto a la personalidad de Funes.

La situación que dio el triunfo a Quijano se está repitiendo en la campaña presidencial. Como se ve en la gráfica (basada en encuestas de una empresa no universitaria), ARENA está ganando terreno muy rápidamente en dicha campaña. La razón es que tiene un programa serio, hecho por un equipo competente que prefigura un gabinete capaz, contra lo que el FMLN no puede competir porque no tiene el capital humano para formar gobierno, diseñar un plan realista y ponerlo en ejecución.


Manuel Enrique Hinds /Máster en Economía, Northwestern University. Columnista de El Diario de Hoy.
http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=3389295

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