miércoles, 25 de febrero de 2009

EL TRAMO FINAL

Supongo que Rodrigo Ávila y Mauricio Funes están contando los días que le quedan de vida a la campaña electoral. Ha sido la campaña más prolongada de nuestra historia, pero además debe haber sido sumamente estresante.

A la pelea contra el candidato rival, tanto Ávila como Funes han debido añadir el difícil manejo de conflictos y desaveniencias al interior de sus respectivos partidos. Esto último nunca antes había ocurrido con la intensidad que hemos observado en distintos momentos en ARENA y en el FMLN.

En el caso de ARENA, nunca hubo consenso, ni siquiera intención de lograrlo, para la selección de candidatos. El proceso fue divisivo y debilitante. A lo largo de la campaña, se ha mantenido el conflicto entre el grupo que quiere tomar las riendas del partido y el grupo que no las quiere soltar. Pero Ávila ha demostrado que puede manejar presiones. Las cosas empezaron muy mal pero están terminando bastante bien para ARENA.

En el caso del FMLN, no hubo espacio para ventilar diferencias. El matrimonio entre partido y candidato parecía consumado en el cielo y así se mantuvo durante varios meses. Pero han ido apareciendo importantes diferencias.

La candidatura de Funes tomó fuerza al margen y, en alguna medida, a pesar del partido. Hay disputa por la propiedad de los réditos del capital político; hay dudas cada vez mayores sobre la disposición del candidato a subordinarse a la agenda partidaria. Las cosas empezaron muy bien pero están terminando muy tensas y muy complicadas.

Los ciudadanos también estamos cansados y muy deseosos de que todo esto termine. La incertidumbre política se suma a las inseguridades y temores que ha ocasionado la crisis financiera y económica global. Estamos hartos de tanta propaganda. No podemos siquiera disfrutar plenamente las reuniones familiares y sociales, porque siempre se nos cuela sin invitación la controversia política.

Los ciudadanos más inclinados a la reflexión, aproximadamente uno de cada tres votantes, han tenido que sobrellevar un incómodo estado mental y emocional de ambivalencia. No compran fácilmente los argumentos absolutistas sobre el bien y el mal.

Saben que el país necesita cambios, pero siguen intentando abstraerse de la propaganda y juzgar con ecuanimidad la naturaleza, la viabilidad y los riesgos de los cambios propuestos. Aprecian las cualidades de ambos candidatos, pero ven también sus deficiencias.

Por otra parte, hay mucha gente que no admite cuestionamiento alguno a sus verdades. La rigidez mental y las actitudes agresivas que exhiben los más fanáticos son rasgos característicos de una personalidad autoritaria.

Se trata de individuos que no toleran los sentimientos encontrados ni los aspectos contradictorios de la realidad; descartan cualquier evidencia o argumento que los obligaría a modificar sus prejuicios; se sienten moral e intelectualmente superiores, con pleno derecho a anular a quienes piensan diferente.

Por eso digo que llegamos todos muy cansados al tramo final de esta campaña electoral. Unos por el esfuerzo honesto que realizan para tomar una buena decisión. Otros por el esfuerzo que exige la defensa de su trinchera ideológica o la discusión desapasionada de las opciones electorales. Supongo que también se cansan los que se dedican a intimidar e insultar a sus adversarios.

Por eso he dicho también, en muchas ocasiones, que a nuestra sociedad le hace falta cultura democrática; le hace falta capacidad y voluntad de diálogo, respeto y tolerancia. Y eso que nos falta es precisamente lo que más vamos a necesitar a partir de la noche del glorioso o fatídico 15 de marzo.

No hay para dónde hacerse. Uno de los candidatos va a ganar y el otro va a perder. Pregunto: ¿Estamos todos preparados para aceptar con madurez un resultado contrario a nuestros deseos? ¿Está preparado el ganador para convertirse sin arrogancia en el presidente de todos los salvadoreños? ¿Está preparado el perdedor para aceptar la derrota y ayudar a que la acepten también sus seguidores?

Mi respuesta a esas preguntas no es muy alentadora. Creo que los medios de comunicación y los líderes sociales y religiosos deben jugar un rol muy activo en las próximas semanas para atenuar pasiones, orientar reflexiones y propiciar actitudes positivas en la sociedad.

Por su parte, el TSE debe reducir al mínimo los tropiezos y anomalías en el desarrollo del evento electoral. Es necesario que atienda la recomendación de la OEA y de los observadores europeos en el sentido de revertir la decisión de integrar paritariamente las juntas electorales. También es sumamente importante que se prepare para resolver problemas con agilidad y para comunicar resultados con prontitud y absoluta transparencia.

Joaquín Samayoa/ Columnista de LA PRENSA GRÁFICA
http://www.laprensagrafica.com/index.php/opinion/editorial/19974.html

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