viernes, 17 de abril de 2009

¿COMIENZA LA RENOVACIÓN EN ARENA?

Precisamente, ARENA en la oposición está en el deber histórico de recuperar la energía fresca que vino perdiendo a lo largo de su extenso período al frente del Ejecutivo.

El incidente en el que está envuelto el que fuera director departamental de ARENA por San Salvador, por efecto de una grabación en la que presuntamente pide dinero a cambio de eliminar cargos contra el diputado Silva, abre un capítulo inédito en el accionar político nacional. La separación del señor Tórrez, seguida del anuncio de un proceso de expulsión, fue decisión de la más alta dirigencia del partido aún gobernante: el COENA y la Comisión Política, ésta última encargada de la remodelación inmediata del equipo conductor de dicho partido luego de los resultados de la elección del 15 de marzo.

Es claro que esta acción hubiese sido prácticamente inimaginable si los resultados electorales más recientes hubieran sido diferentes; pero el hallarse ARENA enfrentado a un proceso de renovación inevitable, para asumir de inmediato su rol de partido de oposición luego de 20 años de ejercer el papel de partido de gobierno, le obliga a corregir y depurar muchas cosas de cara a las nuevas responsabilidades, que no serán pocas ni fáciles. Precisamente, ARENA en la oposición está en el deber histórico de recuperar la energía fresca que vino perdiendo a lo largo de su extenso período al frente del Ejecutivo.

Durante esos 20 años, ARENA fue “presidencializando” su conducción, de tal modo que el Presidente de la República de turno era quien decidía la dirección de su partido. Eso fue postergando la debida institucionalización, como puede verse a las claras en el hecho de que, a la hora de hacer el cambio obligado para el nuevo rol, son los ex Presidentes los que toman el encargo, porque no hay instancias internas que puedan hacerlo. En este momento, es claro que la gran tarea es institucionalizarse.

Un ejercicio depurador

En la democracia, los partidos políticos, independientemente de su ideología de base, deben estar en guardia constante para mantenerse vivos como fuerzas generadoras de inspiración ciudadana. Por eso, lo natural en la democracia es la alternancia, no la permanencia. Esto se puede constatar en múltiples experiencias internacionales, algunas de ellas en nuestro entorno regional más cercano. Cuando un sistema se mantiene instalado en una sola fuerza, o se comienzan a dar repeticiones de rostros como si no hubiera novedades que garanticen el reciclamiento, comienzan a aparecer los verdaderos peligros para la salud de la democracia.

En El Salvador estamos apenas por entrar en el aprendizaje de lo que debe ser la alternancia normal y dinamizadora del proceso: el resultado depende, en gran medida, de cómo se manifiesten y actúen las fuerzas y los liderazgos principales del país. Y, en primer lugar, de cómo funcionen tanto el partido en el gobierno como el principal partido en la oposición. Si la interacción es positiva, cada quien en su respectivo rol, el proceso y el sistema serán los grandes beneficiarios, en función del cumplimiento del servicio al bien común, que es la meta fundamental en toda democracia.

Tenemos confianza en la fortaleza básica de nuestro proceso democrático, pero a la vez entendemos que todo será mucho más difícil si los grandes partidos no asumen cuanto antes, y muy en serio, su tarea de impostergable institucionalización interna. Y, en el caso específico de ARENA, su misión actual más comprometida e insoslayable es salir fortalecido del trance, sin disimulos ni autocomplacencias.

Editorial de La Prensa Gráfica

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