jueves, 2 de abril de 2009

INCERTIDUMBRE EN EL SALVADOR

En los últimos meses, a menudo parecía que el debate político en El Salvador estaba de regreso a los años ochenta. Los políticos conservadores advertían que el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) es un grupo "comunista" que arruinaría al país. Los defensores del FMLN contraatacaban asegurando que el partido traería justicia social a la sociedad salvadoreña.

Transformado de movimiento guerrillero a partido político, el FMLN perdió cuatro elecciones presidenciales consecutivas debido a sus políticas y candidatos radicales. El mensaje de la mayoría era claro: "no vamos a elegir radicales para la Presidencia".

Pero esta vez los líderes del FMLN captaron ese mensaje y, astutamente, escogieron como candidato a una personalidad ajena al partido. Mauricio Funes era famoso desde sus días como presentador de televisión. También era una figura moderada que no se asemejaba a los radicales ex guerrilleros que por mucho tiempo han dominado el FMLN. Su rival de ARENA, Rodrigo Ávila, era el ex jefe de la policía nacional de El Salvador.

En la campaña, ARENA trató de convencer a los votantes de que el FMLN no había cambiado desde sus días de guerrillas. "Si vuela como un pato, nada como un pato y come como un pato, es un pato. El FMLN es un partido comunista", dijo el presidente Antonio Saca.

Mostrando tomas de Hugo Chávez, los anuncios televisivos de ARENA advirtieron que el FMLN traería un gobierno de ese corte a El Salvador. Y los conservadores advertían que Chávez estaba proveyendo petróleo barato a los municipios dominados por el FMLN. Funes insistió en la moderación y se distanció del radicalismo de FMLN. Prometió gobernar de la misma manera pragmática del brasileño Lula da Silva. Adoptó un mensaje de "cambio seguro" y se comparó a sí mismo con Barack Obama. El FMLN también suavizó los aspectos más radicales de su programa.

Durante meses, el candidato del FMLN tuvo amplia ventaja en las encuestas. Pero Ávila fue recuperando terreno. ARENA, en enero, ganó la alcaldía de la capital, San Salvador, concluyendo 12 años de control del FMLN. A fines de la campaña presidencial, los comentaristas esperaban un resultado estrecho.

Así fue. Funes le ganó a Ávila por poco más de 68.000 votos de un total de 2,6 millones. Fue una elección pacífica y ordenada, y ambos bandos aceptaron el resultado sin protesta. El proceso fue un triunfo para la joven democracia salvadoreña.

Ganar una elección presidencial por 2,6% no da un mandato amplio para cambios radicales y parece que Funes tiene esto claro. No propugna el cambio radical, sino que habla de "cambio seguro". Obviamente está tratando de transformar un partido de extrema izquierda en uno de izquierda moderada. Después de declararse vencedor, la noche del domingo 15, siguió pregonando a los cuatro vientos su moderación y prometió mantener buenas relaciones con los Estados Unidos.

"No revertiremos ninguna privatización," dijo a la televisión salvadoreña. "No pondremos en peligro la propiedad privada. No hay ninguna razón en este momento para el temor".

Pero la mayoría de los votantes que se opusieron a Funes no le tenían miedo a él sino a su partido. Como reportó Associated Press, "ex guerrilleros serán, casi sin duda, parte del gobierno de Funes". Sus escogencias para el Gabinete indicarán con mayor claridad hacia donde se encamina El Salvador.

La jerarquía del FMLN está llena de ideólogos de extrema izquierda como Salvador Sánchez Cerén, un ex comandante guerrillero que será vicepresidente. Sánchez Cerén es acérrimamente antiestadounidense y tiene muy poco en común con Funes. Son una extraña pareja política.

La pregunta es: ¿Será Sánchez Cerén el verdadero poder tras el trono en la administración de Funes? Funes tomará posesión el 1 de junio. Heredará una economía debilitada, una corrupción creciente y un grave problema de criminalidad.

Los salvadoreños no quieren ver al FMLN imponer un programa ideológico de izquierdas, sino que anhelan soluciones prácticas a sus problemas económicos y a la inseguridad ciudadana. El FMLN tiene la fracción más grande en el Congreso, pero en conjunto los partidos conservadores tienen mayoría. Con ello, los conservadores, si hacen una oposición responsable e inteligente, pueden contribuir a que las políticas del nuevo Gobierno sean realmente moderadas.

Hasta ahora, Funes no ha incurrido en poses ideológicas, aunque ha prometido restaurar las relaciones diplomáticas con Cuba, una antigua meta de los radicales del FMLN. El hecho de que un extremista de izquierdas como Salvador Sánchez Cerén vaya a estar a un paso de la presidencia salvadoreña es perturbador. Pero Funes parece ser un hombre pragmático y debe comprender que los salvadoreños no quieren una administración radical sino soluciones responsables para los graves problemas del país. Marchar por la senda de Hugo Chávez sólo serviría para empeorar esos problemas.

Jaime Daremblum
Director, Centro de Estudios para América Latina del Hudson Institute, Washington D.C.

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