viernes, 17 de abril de 2009

ESPERANDO EL CAMBIO

El título de este articulejo, como lo habrá advertido alguno que otro lector, es una parodia del empleado por Samuel Beckett, en su famosa obra teatral, Esperando a Godot. Entre las muchas interpretaciones que existen sobre el significado de esta tragicomedia del absurdo, me parece oportuno recordar la que se refiere a la masa, fanática y analfabeta, que espera devotamente a Godot (caudillo, jefe, presidente), para que lo saque de la pobreza, pero él nunca llega. Dice un personaje: "Godot no vendrá hoy, pero vendrá mañana", como en el rótulo mordaz que ponen algunas tiendas: "Hoy no se fía, mañana sí".

Algo similar --aunque no en la ficción, sino en la realidad-- le va a pasar a la gente en el país: se quedará esperando el cambio. Lo más que podrá hacer el nuevo gobierno es cambiar algo, para que todo siga igual. No trato de hacer una interpretación ideologizada (en la versión marxista de falsa conciencia), sino neutra (en el sentido de concepción del mundo social, según Salvador Giner). Mi interpretación de que el cambio se quedará en simples palabras --lo que significaría un retroceso insoportable-- se basa en los análisis académico-económicos de Pablo Rodas Martín, del BCIE, y de Álvaro Trigueros, de Fusades. Ambos coinciden, de manera independiente, que el plan anticrisis de la "clase intelectual" efemelenista, en lugar de resolver el problema, lo agravaría más. La oferta de Mauricio Funes en la campaña electorales de eximir del IVA a las medicinas, dar crédito para el consumo y la entrega de bonos a favor de las familias que han dejado de recibir remesas, son contraproducentes o insignificantes para la población más vulnerable del país.

Por otra parte, he leído varios artículos escritos por personeros de izquierda que tratan de justificar, en el fondo, la imposibilidad del cambio en la actualidad. Es decir, que los propios militantes del FMLN aceptan que el cambio se quedará en simple deseo. A pesar de los cuestionamientos que se le han hecho al FMLN, nunca ha podido explicar en qué consiste el cambio y cuál es su objetivo. En forma vaga dice que es "a favor de los pobres", algo que ha sido infructuoso, tanto en los gobiernos de izquierda como en los de derecha. El caso de Cuba es ejemplar. Por ello me parece que se trata de un simple eslogan exitoso pirateado de la propaganda de Barack Obama, de Luiz Inácio da Silva y de Roberto Llach Hill. El empresario salvadoreño inventó el lema "Cambiemos para mejorar" para la campaña presidencial de ARENA, en 1989. Y el FMLN, 20 años después, usó la versión "Cambio en El Salvador para vivir mejor".

Es bien sabido que la palabra "cambio" genera muchas expectativas, pues la mayoría de la gente nunca está a gusto con su situación, máxime cuando experimenta en carne propia carencia o falta de los bienes más elementales. El analista Geoff Thale dijo que será muy difícil que el gobierno del FMLN "introduzca grandes cambios en el sistema económico" (LPG, 09/04/09). Es decir, que no habrá propiamente una transición, sino una continuidad; que ahora el FMLN ha pasado de la euforia del cambio a la confortable continuidad, para no asustar al capital. Por ello considero que el FMLN no es un partido de izquierda, sino populista y pragmático.

Es incoherente ofrecerle a la gente sacarla de la pobreza, en momentos que existe una crisis económica y financiera global que comenzará a golpear de frente al gobierno entrante. Las remesas disminuyen, los empleos escasean, las exportaciones en mengua, la reforma fiscal timorata y el plan anticrisis sin fundamento ni estrategia. Y si un plan de gobierno no se concretiza, todo queda reducido a un mero conjunto de palabras. Todos estos factores coinciden en señalar que el dinero --"el poderoso caballero", de Quevedo-- se irá volviendo cada día más escaso, más mezquino. De esta manera el nuevo gobierno tendrá serios y graves problemas para cumplir satisfactoriamente con la sarta de ofertas electorales tales como la Casa Mujer, bajar el costo de los alimentos, abaratar las medicina, abrir más hospitales, extender la educación, resolver el déficit de techo, crear una fábrica de empleos y muchos, muchísimos, etcéteras más.

El corolario absurdo es que la población se quedará esperando el cambio, como en la tragicomedia de Samuel Beckett.

Carlos Sandoval
Columnista de El Diario de Hoy

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