jueves, 23 de abril de 2009

UN NUEVO ARENA

Varias culturas milenarias consideran las crisis como oportunidades. Los chinos, por ejemplo, basan su escritura en símbolos llamados ideogramas. El ideograma que representa la palabra “crisis” (wei-chi) es la misma que simboliza “peligro” y “oportunidad”. Bajo esa luz, la implosión en ARENA, a raíz de la derrota del 15 de marzo, le presenta la oportunidad de reinventarse y subsanar sus debilidades institucionales, para salir de la crisis como una fuerza política moderna y fortalecida.

Hace varios años, la extinta revista Ahora publicó un reportaje sobre la ideología de ARENA. El autor de la nota entrevistó a los 28 diputados que el partido tricolor tenía entonces en la Asamblea Legislativa. Al preguntarles sobre su identificación ideológica, los parlamentarios no pudieron dar respuestas coherentes.

Era obvio, por ejemplo, que ninguno de los congresistas sabía la diferencia entre “liberalismo” y “conservatismo”, las dos ideologías que suelen asociarse con ARENA. En lo que la mayoría estaba de acuerdo, no obstante, era en describir a su partido como “anti comunista”. Pero, ser anti algo no es, necesariamente, ser algo.

ARENA debe comenzar por allí. Debe definir de una vez por todas qué es. Debe montar un ambicioso ejercicio reflexivo que de la Guerra Fría lo transporte al siglo XXI. El partido debe organizar, cuanto antes, un congreso nacional cuyo objetivo sea definir qué corriente de pensamiento alumbrará, a partir de hoy, su ideario y su visión programática.

ARENA debe además actualizar sus estatutos. El partido debe aceptar que para modernizarse debe contar con una normativa estatuaria anclada en la democracia interna y en las tendencias institucionales que la época actual exige. Se deben consolidar mecanismos democráticos internos para la toma de decisiones, a fin de evitar la manipulación del quehacer partidario que beneficia agendas personales.

ARENA debe reconocer la necesidad imperiosa de institucionalizarse. Hasta este año, el partido referente de la derecha salvadoreña no había enfrentado adversarios fuertes en contiendas presidenciales. Eso lo relegó a ser un cascarón que únicamente se activaba meses antes de un evento electoral.

Como oposición, ARENA debe funcionar los 365 días. Debe ser capaz de autofinanciarse, y de diseñar y ejecutar estrategias políticas y comunicacionales efectivas. No hay que inventar la rueda. Hay suficientes partidos modernos en el mundo que sirvan de modelo. Solo así se abandonará la improvisación para tener una presencia coherente y permanente en todos los niveles del debate político nacional.

También urge la renovación. ARENA debe desarrollar y develar nuevos liderazgos. La gente ya no quiere “más de lo mismo” ni “los mismos rostros de siempre”. El país cuenta con personas capaces y honestas, con la formación académica idónea para trabajar por un nuevo ARENA, que le sirva al partido, no que se sirva de él.

Asimismo, ARENA debe renovar su imagen. El partido debe de luchar contra la percepción ciudadana de ser un partido político que sirve y defiende los intereses de los grupos sociales más poderosos. ARENA debe vender soluciones a los problemas de todos, especialmente a quienes más lo necesitan.

Por último, ARENA debe sanearse. El escándalo reciente que involucra a un alto dirigente tricolor con un prófugo de la justicia salvadoreña y guatemalteca plantea la urgencia de distanciarse de todos aquellos cuya mala imagen, cuestionamientos y falta de credibilidad dañan al partido.

El cambio es difícil, Maquiavelo advirtió que los mayores enemigos de un nuevo orden son quienes “sacaron provecho del antiguo esquema”. Pero los que hoy deciden sobre el futuro del partido deben entender que si ARENA no se transforma en un ente moderno y fuerte, estaremos inaugurando el primero de varios gobiernos farabundistas.


Escrito por Carlos A. Rosales/ Secretario particular de la Presidencia de la República

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