domingo, 5 de abril de 2009

IZQUIERDA DE FUTURO

Una izquierda de futuro tiene que saber trascender el pasado, una izquierda diferente tiene que hacer las cosas de manera diferente.

Escrito por Roberto Rubio-Fabián

Una de las razones fundamentales del fracaso del llamado “socialismo real”, encabezado por la Unión Soviética, fue el querer construir el socialismo utilizando importantes deformaciones que se presentan en el capitalismo: concentración del poder, apropiación de unos pocos de las prebendas y favores del Estado, ineficiencia e ineficacia empresarial amparada en las faldas de este, anulación de la independencia de poderes y del Estado de Derecho, corrupción y falta de transparencia, impulso de las fuerzas productivas con tecnologías depredadoras del medio ambiente, restricción de la participación ciudadana más allá de la lealtad partidaria, sustitución de los intereses del pueblo por los intereses del partido gobernante, etc.

No se debe intentar corregir al pecador pecando. A la larga el corrector termina convirtiéndose en pecador.

Ahora que por primera vez en nuestra historia la izquierda llega al gobierno, será importante que no cometa el mismo error histórico. Una izquierda de futuro tiene que saber trascender el pasado, una izquierda diferente tiene que hacer las cosas de manera diferente. En la coyuntura actual de nuestro país, ¿qué significa en concreto hacer cosas de futuro y diferentes? He acá algunos ejemplos.

El partido ARENA convirtió al Ministerio de Gobernación en un instrumento del fortalecimiento partidario. Una instancia del gobierno central pasó a ser un importante soporte de la estructura y organización territorial del partido gobernante. Sería un error que el próximo partido de gobierno, desde una perspectiva de izquierda, pretenda retomar este vicio deformante del Gobierno Central ejercido por la derecha.

Entre otras cosas, una izquierda con visión de futuro debe apuntar sobre todo a una reestructuración funcional y administrativa de Gobernación a tono con los necesarios procesos innovadores de descentralización del Estado, Ordenamiento y Desarrollo Territorial.

Desde tiempos inmemoriales, muchos gobiernos de derecha utilizaron los organismos de inteligencia del Estado, y la “partida secreta”, para combatir, chantajear y amedrentar a los opositores políticos.

También sería otro error que la izquierda cayera en la misma deformación institucional, olvidando que la inteligencia del Estado está justamente para servir y defender los intereses del Estado y de la población, y no los del partido o el de los gobernantes de turno. Sin descuidar la información y vigilancia sobre los movimientos conspirativos anti democráticos de sus opositores, la inteligencia del Estado en manos de una izquierda decente y moderna debe ser no solo inteligente sino ante todo sabia. Lo suficientemente inteligente para obtener y usar información que permita defender los intereses del Estado y la sociedad salvadoreña (no los del partido), y lo suficientemente sabia para servir de apoyo a las estrategias gubernamentales de seguridad y desarrollo, así como para combatir a aquellos que hoy en día son la mayor amenaza para la seguridad del Estado: el narcotráfico y el crimen organizado.

Las prácticas inadecuadas y anti democráticas de cierta derecha también propiciaron la concentración del poder, atentando así contra la separación de poderes del Estado y contra el establecimiento de los necesarios contrapesos institucionales que demanda la democracia. Así, las cuotas e intereses partidarios han venido siendo el principal criterio de asignación de los responsables de los contrapesos claves al Poder Ejecutivo: te doy la Fiscalía para que te protejas y me das la Corte de Cuentas para que me defienda; te doy la Presidencia de la Asamblea y me das los magistrados que necesito para administrar mi justicia. Sería otro error que el FMLN y el nuevo gobierno siguiera tal deformación histórica de nuestro sistema político.

La izquierda metería la palanca del retroceso a la esperanza si continuara con esta viciosa práctica política de nuestra clase política, que con frecuencia no tiene clase ni es política. Mal haría el FMLN que contribuyera a colocar a unos de los políticos más desprestigiados del país en la Presidencia de la Asamblea. Mal haría si favorece un fiscal servil a los gobernantes de turno y no a uno íntegro, capaz y valiente. Mal haría si, en contra del espíritu de los Acuerdos de Paz, busca colocar militantes y fieles en la Corte Suprema de Justicia, con afán de administrar, como lo hacía la derecha, su propia e interesada justicia partidaria.

El FMLN tiene frente a sí el gran reto de reivindicar históricamente a la izquierda, de devolverle u otorgarle la credibilidad histórica de una fuerza decente y sabia de cambio, de sentar un precedente de futuro al seno de las izquierdas del continente. De una izquierda que no solo fue capaz de cambiar el país sino también de cambiarse a sí misma.

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