miércoles, 15 de abril de 2009

RESPONSABILIDAD, SENSATEZ Y CORAJE

Toda transición gubernamental genera inquietudes. Es natural. Pero cuando a esa transición se agregan los movimientos que produce un cambio partidario en el Ejecutivo, entonces nos hallamos ante un proceso bastante peculiar que, mal manejado, podría crear serios problemas.

El recambio entre ARENA y FMLN en el poder político del país está íntimamente relacionado con la imagen que proyectan ambos partidos. A buena parte de la población le pone nerviosa que el Frente llegue a ocupar las instituciones gubernamentales con una visión partidaria, quizá peor y más carnívora que aquella impulsada por los areneros en veinte años. A otro segmento poblacional le preocupa que el oficialismo saliente caiga en la tentación de socavar la institucionalidad para complicar, de entrada, al nuevo gobierno.

Ciertamente, tanto ARENA como el FMLN pueden seguir esos caminos. Conozco varios funcionarios públicos que desearían sostener en sus cargos a todos esos incondicionales que sirvieron a su partido y a su ideología antes que al país. Pero también sé de grupos sindicales que, tras varios años de sembrar el odio y la división al interior de las instancias gubernamentales, ahora dicen sentirse seguros de que la llegada del Frente al poder traerá por fin las tan ansiadas "reivindicaciones", que no son otra cosa que prebendas, compadrazgo y ventajismo corrupto en detrimento del Estado.

¿De qué depende que la institucionalidad no vaya a resultar gravemente dañada en esta complicada transición? En mi opinión, dependerá de virtudes y actitudes que ningún mandatario, ni entrante ni saliente, puede garantizar, porque son inherentes a la mentalidad, formación y sentido ético de los individuos. Me refiero a responsabilidad, sensatez y coraje.

Cuando se está al frente de una institución del Estado, por muy pequeña que sea, un titular sabe muy bien qué cálculos hacer para que esa institución cubra sus necesidades a lo largo del año. Si ese funcionario, a sabiendas que su periodo de gestión finaliza a mitad del ejercicio fiscal, hace gastos que comprometen recursos que ya no le tocan administrar, sus proyecciones no estarían sirviendo a la institución y a sus beneficiarios, sino a un deseo mezquino de obstaculizar los planes del sucesor.
Requiere un sentido mínimo de responsabilidad entender que la institucionalidad es más importante, siempre, que los proyectos de quienes ocupan, de manera eventual, los puestos más altos de las instituciones. Pero esto significa que la sucesiva cadena de titulares, sujeta a los recambios gubernamentales, debe tener mucha sensatez al momento de evaluar los planes más visionarios y mejor ejecutados en el periodo anterior.

Personalmente, al recibir Concultura de manos de mi antecesor, Gustavo Hérodier, obtuve de él toda la información que necesitaba para hacer la transición con la menor cantidad posible de sobresaltos. Gustavo no había tenido esa suerte al empezar su gestión, así que fue sumamente generoso conmigo y me ayudó, con lealtad y nobleza, a navegar por aquellas aguas administrativas desconocidas para mí.

Sin el sentido de responsabilidad de Gustavo y sin la sensatez que tuvimos al dar continuidad a los buenos proyectos que se habían realizado en su periodo, la transición hace cinco años habría sido sumamente difícil en Concultura. Aunque ignoro quién será mi sucesor a la cabeza del Consejo, desde ya le ofrezco toda mi colaboración para que este nuevo recambio de titulares no afecte en nada las actividades institucionales.

La magnífica experiencia que tuve entre mayo y junio de 2004 me sirve ahora para incentivar a otros funcionarios, salientes y entrantes, a hacer lo mismo, es decir, a actuar con responsabilidad, nobleza y sensatez. Las mezquindades y los revanchismos sólo afectarían a la institucionalidad del país. Responsabilizarnos del buen manejo de los recursos, humanos y financieros, es parte del trabajo que debemos hacer, los que dejamos el Gobierno, hasta el último día de nuestra gestión, así como para los nuevos funcionarios lo será a partir del primer día de la suya.

Sólo quien ha sido servidor público alguna vez sabe cuán pesadas cargas empiezan a llevarse en la espalda cuando se acepta un cargo estatal. Por lo mismo, el mejor receptor de sus consejos y advertencias es precisamente aquel que va a sucederle en ese cargo. Y este último, si es sensato, sabrá escucharle con atención y cuestionarle con agudeza. El manejo de fondos públicos, a fin de cuentas, es una de las tareas más delicadas que existen, y la ignorancia respecto de los intrincados procesos gubernamentales puede ser fatal para una administración que quiere ser honesta.

Finalmente, las transiciones políticas llegan al éxito si sus protagonistas poseen personalidad y coraje. Hablo del tipo de coraje que sabe enfrentar las presiones de los mezquinos y los revanchistas, que son abundantes a ambos lados de nuestra "cancha" política.

Tanta valentía debe tener el titular que protege la institucionalidad del país antes que los intereses partidarios, como valeroso debe ser el funcionario nuevo que desde el inicio de su gestión se muestra ecuánime y prudente. Ni siquiera el más alto cargo o el mejor remunerado tienen el valor de una conciencia tranquila.

Federico Hernández Aguilar
Escritor y columnista de El Diario de Hoy.

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