lunes, 23 de marzo de 2009

BUEN COMIENZO, ARDUO CAMINO

Contrario a lo que muchos temían, la parranda electoral no dejó mayor goma histórica. Mauricio Funes y el FMLN celebraron con mesura y humildad, mientras que ARENA y Rodrigo Ávila aceptaron la derrota con positiva resignación.

Se amaneció sin mayores traumas, y al día siguiente se retomó la normalidad. Los discursos del candidato perdedor y sobre todo del ganador estuvieron a la altura de las circunstancias y mirando hacia delante de las tristezas y euforias del momento.

Lo que más relevancia ha tenido es el discurso de proclamación de Mauricio Funes como presidente electo. Su llamado a la unidad nacional, la evocación a las políticas de Estado, su clara declaración a favor de los principios democráticos, su afirmación sobre las relaciones prioritarias con Estados Unidos, aunque posiblemente costaron arrancar los aplausos de algunos militantes, aminoraron los temores y desconfianzas de muchos que no votaron por él y merecieron el aplauso generalizado de la sociedad. Así, la mano de diálogo tendida al derrotado tuvo eco en este.

Ciertamente, fue un buen, muy buen comienzo. Un comienzo que puede significar un paso importante en el camino de la consolidación de nuestra frágil democracia. Pero también se trata, como todo recorrido, de un paso en un camino que tiene retornos y desvíos.


La democracia debe conquistarse paso a paso y todos los días de nuestro devenir histórico; y los caminos de la conquista, siempre arduos, no suelen estar garantizados. Para que en un futuro podamos encontrar en los anaqueles de nuestra historia republicana este primer desembarco de la izquierda al gobierno, como un hito en la consolidación de nuestro proceso democrático, deben pasar muchas cosas. Dos de las cuales me parecen fundamentales, como condiciones necesarias aunque insuficientes.

En primer lugar, será esencial que la relación gobierno Funes y partido FMLN no solo favorezca enfrentar los problemas del desarrollo y la crisis económica, sino que también se vaya decantando a favor de la consolidación de los esquemas democráticos.


Para ello, será fundamental remozar aquellas concepciones al interior del partido donde la democracia aparece como una apuesta táctica y no estratégica, y aquellos pensamientos donde la democracia es un espacio obligado a ocupar por las circunstancias del momento histórico, dentro del cual, luego de la acumulación de fuerzas, posibilitará el estrecharlo en función de un proyecto político autoritario.

Por ello, será altamente significativo saber quiénes serán los que presidirán el “gabinete político” del próximo gobierno, de tal forma que a la cabeza y cuerpo del Ministerio de Gobernación, Seguridad, Defensa e Inteligencia del Estado, se encuentren personas con meridiano e incuestionable talante democrático.

Poco avanzaremos y poco cambiará si sectores de peso en la izquierda caen en la tentación de reproducir los mismos pecados anti democráticos que se han venido cometiendo desde la derecha: control partidario de las instituciones, manejo de la justicia para enfrentar detractores, uso del gobierno con fines partidarios, manipulación del Estado de Derecho, contubernios parlamentarios, corrupción y falta de transparencia, etc.


Ciertamente, la consolidación de nuestro proceso democrático necesita de una izquierda abierta, moderna e inequívocamente democrática.

En segundo lugar, el próximo gobierno de Funes también debe encontrar una derecha abierta y progresista, un opositor firme pero constructivo y decente. De igual forma, el posible avance hacia una izquierda democrática se favorecería al encontrar un interlocutor fuerte y válido de derecha democrática.


El país lo necesita. Y esta nueva derecha demanda cambios profundos y amplios en su actual dirigencia, culpable de la derrota. El camino hacia la consolidación democrática también se despejará en la medida que ARENA ponga a remozar sus concepciones, prácticas y anquilosadas dirigencias, y despeje con contundencia de su horizonte aquello que empaña la honestidad, la visión estratégica y la sabiduría.

En fin, si esos cambios se cristalizan, no cabe duda que el buen comienzo tendrá un buen recorrido final. Si la gestión del gobierno de Funes y el FMLN se desarrolla dentro de los marcos democráticos, y no hay asomo del autoritarismo que acompaña al mal llamado Socialismo del Siglo XXI, no cabe la menor duda que la alternancia y la democracia se consagrarán en nuestro país.


Y Mauricio Funes, y el FMLN, podrán pasar así a nuestra historia como los que posibilitaron la tan ansiada estabilidad y gobernabilidad democrática de nuestro país.

De hacerse así las cosas, así como a Cristiani se le recuerda como el presidente que hizo posible los Acuerdos de Paz, a Mauricio Funes se le podrá recordar como el presidente que hizo posible los Acuerdos de la Democracia y el Desarrollo de nuestra Nación.

Roberto Rubio-Fabián / Columnista de LA PRENSA GRÁFICA

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