miércoles, 18 de marzo de 2009

BUEN FINAL Y BUEN COMIENZO

Nunca me han gustado mucho las aglomeraciones de gente, pero la del domingo pasado en las calles principales de Santa Tecla me emocionó y me llenó de orgullo y satisfacción.

Al igual que en mi ciudad, en todos los centros de votación del país, el pueblo salvadoreño reafirmó su vocación democrática y reivindicó la dignidad que los profetas de la desventura habían intentado arrebatarle en campañas antipatrióticas de desprestigio a nuestras instituciones y de menosprecio a los logros que con tanta paciencia y sacrificio hemos alcanzado los salvadoreños en el camino hacia la democracia.

La campaña electoral había puesto en evidencia los genes guerreristas de ARENA y del FMLN, así como el fanatismo de algunos de sus seguidores; pero, llegado el día de la elección, la ciudadanía en pleno manifestó su civilidad y su voluntad de apego a las reglas de juego del sistema democrático.

Este es un momento para congratularnos. Lo hizo muy bien el pueblo acudiendo a las urnas a expresar respetuosamente su voluntad. Lo hizo muy bien el Tribunal Supremo Electoral conduciendo un proceso transparente y eficiente. Lo hicieron muy bien los medios de prensa, brindando cobertura amplia y objetiva. Lo hicieron muy bien los perdedores, aceptando su derrota sin manchar el triunfo del adversario ni la legitimidad del proceso. Lo hizo muy bien el candidato ganador, con un discurso ecuánime y conciliador en tono y contenido. En pocas palabras, una jornada memorable.

Felicitaciones, desde luego, a Mauricio Funes. Condujo acertadamente una campaña larga y muy complicada. Enfrentó una embestida intensa, incesante y despiadada de parte de sus adversarios. Tuvo y seguirá teniendo momentos de mucha tensión con algunos dirigentes de su propio partido. Cometió algunos errores y levantó expectativas que muy difícilmente podrá satisfacer; pero, al fin de cuentas, salió airoso y se agenció un triunfo sin precedentes en la historia política de El Salvador.

El proceso electoral terminó bien, pero queda la duda sobre cómo se habrían comportado los dirigentes y simpatizantes del FMLN si las cosas hubieran ocurrido de diferente manera. Desde esa perspectiva, son censurables los alegatos prejuiciosos e injustificados de fraude que el FMLN se mantuvo haciendo hasta el último momento. La noción de que un triunfo de ARENA solo podía ocurrir por la vía del fraude habría desatado reacciones violentas con consecuencias muy lamentables si se hubieran dado dificultades técnicas en el proceso de acopio y divulgación de resultados o si los mismos no hubieran favorecido al FMLN.

A pesar de que Rodrigo Ávila había reconocido prontamente su derrota, el jefe de campaña del FMLN hizo declaraciones insidiosas en una entrevista en televisión el lunes por la noche, afirmando, sin presentar pruebas, que ARENA había considerado robarse la elección cuando ya conocía los resultados desfavorables de la misma.

En contraste, la actitud del presidente electo fue ecuánime. Con su triunfo, Mauricio Funes inaugura una nueva etapa en nuestra historia política. Y el nuevo presidente ha comenzado a transitar esa etapa con un paso firme en la dirección correcta. Es notoria y positiva la diferencia entre el candidato asediado y el presidente electo.
Ahora se le ve mucho más relajado, con confianza en sí mismo, pero sin arrogancia.
En su discurso de autoproclamación, tendió puentes, generó confianza y manifestó estar abierto a la crítica. Esta postura le confiere credibilidad a su llamado a la unidad nacional.

Una mirada superficial al resultado electoral podría llevarnos a concluir erróneamente que Mauricio Funes presidirá sobre una sociedad dividida en dos partes casi iguales. Pero la situación podría ser más ventajosa de lo que parece. Entre los que votaron por ARENA hay muchos que nunca vieron con tan malos ojos a Mauricio Funes y están dispuestos a concederle, al menos, el beneficio de la duda. No me sorprendería si, a pocos meses de haber iniciado su gestión, las encuestas revelan que la popularidad del nuevo presidente es mayor que el porcentaje de votos que obtuvo en la elección.

Pero las lunas de miel duran poco tiempo. Las crudas realidades de la economía mundial y de nuestros propios males estructurales pronto se harán sentir de manera más impactante. Las tensiones entre el presidente electo y su partido podrían agudizarse en el proceso de selección del gabinete de gobierno. Los que no entienden que un presidente no tiene poderes mágicos se sentirán defraudados al ver pasar las semanas y los meses sin que mejore su situación económica. El nuevo presidente necesitará mucha sabiduría y fortaleza para navegar en aguas turbulentas. ¡Buena suerte!

Joaquín Samayoa

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