domingo, 8 de marzo de 2009

EL SALVADOR Y EL MODELO CHAVISTA

En enero de 2008, durante la toma de posesión del presidente de izquierda guatemalteco Álvaro Colom, Hugo Chávez envió al presidente de El Salvador, Antonio Saca, un mensaje, o por lo menos así se rumoreó. “Ahora te tengo rodeado”, supuestamente dijo el hombre fuerte venezolano a Saca.

En realidad no importa si se trata de una leyenda urbana o de algún planteamiento de la Guía de la diplomacia chavista. Lo importante es lo que transmite: que el salvadoreño teme que Chávez haya estado acosando a su país con la esperanza de añadirlo a su lista de satélites revolucionarios en América Central y del Sur.

Cuando los salvadoreños voten el 15 de marzo para elegir un nuevo presidente, esa preocupación puede influir decisivamente en el voto.

La sabiduría convencional dice que los petrodólares chavistas han impulsado la instauración de gobiernos autoritarios en esta parte del mundo durante la última década. Pero el presidente venezolano también ha causado el efecto contrario, sobre todo en México y Perú en el 2006, donde la asociación de los candidatos con Chávez se convirtió en el beso de la muerte. El chavismo podría tener un efecto semejante en El Salvador.

En esta contienda por la presidencia participan el ex director de la Policía Nacional Rodrigo Ávila, del Partido Arena, de centro-derecha, contra el periodista de la televisión Mauricio Funes, quien representa al izquierdista FMLN.

Funes se postula como moderado, y hasta hoy es el favorito. Pero la contienda está lejos de haber terminado, y si Ávila todavía tiene posibilidades de triunfar es porque muchos salvadoreños lo ven como el único medio de impedir la importación del programa chavista.

Desde 1989 Arena ha triunfado en todas las elecciones presidenciales, por lo que una victoria en marzo sería su quinta victoria consecutiva. Esto hace más difícil el triunfo de Ávila. Pero no es su único problema. Mientras los tres de los presidentes de Arena anteriores a Saca realizaron reformas encaminadas a promover la igualdad ante la ley, el liberalismo económico y el crecimiento, Saca ha hecho lo contrario: es famoso por haber incumplido contratos.

El presidente también ha puesto frenos a la economía de otras maneras. Un gran proyecto de puerto en el municipio Cutuco prometía convertir a El Salvador en el centro de transportación más importante de América Central. El puerto se terminó, pero todavía no ha comenzado a funcionar debido a que el gobierno de Saca demoró casi dos años el proceso de subastar la concesión. Otros proyectos de electricidad, vitales para el crecimiento, también se han detenido.

Asimismo, El Salvador sufre las sacudidas de los vientos contrarios de la recesión global. Las remesas desde el extranjero y las exportaciones, fuentes ambas decisivas para el desarrollo, están disminuyendo y no parece que mejorarán en un futuro cercano. El desplome de los precios del petróleo ayuda a evitar los problemas económicos, pero el sistema financiero, dominado por bancos internacionales, redujo severamente la concesión de créditos.

Todo esto se traduce en un mal funcionamiento de la economía, de lo que se culpa al partido en el poder. Por tanto, parece que será fácil derrotar a Ávila. Sin embargo, las encuestas realizadas hasta ahora, que todavía indican la existencia de muchos votantes indecisos, sitúan a Ávila cerca del candidato Funes. La semana pasada, una de ellas mostró que existía un empate estadístico entre los contendientes.

Para explicar por qué Ávila todavía tiene posibilidades de triunfar se puede descartar la oposición ideológica a un gobierno de centro-izquierda como el de Lula en Brasil. Los salvadoreños están cansados de Arena debido a Saca, y dicen que les gustaría la competencia entre los políticos.

En realidad, lo que asusta a los electores es la evidencia de que, pese a los intentos de Funes de distanciarse del extremismo del FMLN, la dirección del partido sigue siendo el símbolo de la intolerancia.

La actitud del candidato a la vicepresidencia por el FMLN viene al caso. El 15 de septiembre del 2001, Salvador Sánchez Cerén dirigió las bandas que quemaron banderas norteamericanas y celebraron los ataques de terroristas islámicos contra Estados Unidos. Lo ocurrido aquellos días no se ha olvidado.

José Luis Merino, dirigente clave del partido, es más aterrador. Su nombre de guerra apareció en las computadoras que el año pasado capturaron los militares colombianos en el ataque a un campamento rebelde en Ecuador, lo que sugiere que estaba involucrado en el tráfico de armas con las FARC.

De hecho se le considera el jefe del FMLN después de la muerte de Schafik Handal, y no se preocupa por ocultar su apetito de poder. Hace dos años, cuando en una entrevista se le preguntó por el programa del FMLN, respondió: “Es tomar el poder, conquistar todo el país y, de esa manera, asegurar que no cambie la forma de gobierno. Por supuesto, no con bayonetas o persecuciones. Ejemplos hay, como el de Venezuela, que es nuestro modelo”.

Es precisamente “Venezuela” lo que muchos salvadoreños quieren evitar. Temen que, de ser elegido, Funes será echado a un lado por los duros del partido que rehusarán abandonar el poder al término de su gobierno.

El FMLN considera que esto equivale a infundir temores, pero las palabras de Merino dejan pocas dudas de cuáles son sus intenciones. Los salvadoreños no pueden ignorar éstas. Si lo hacen, la economía dolarizada, que suele ser considerada la más abierta y competitiva de América Latina (después de la chilena) estaría en peligro.

Mary Anastasia O´Grady
http://www.neoliberalismo.com/salvador-chavismo.htm

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