viernes, 20 de marzo de 2009

UNA OPORTUNIDAD ÚNICA

El presidente electo Mauricio Funes ha preguntado insistentemente qué tiene que hacer para ganarse la confianza del sector privado y así lograr algo que todos queremos que pase: que vuelva a haber inversión en el país y que evitemos los efectos más graves de la crisis global.

El presidente Funes ha dado muchas declaraciones desde su elección, en todas enfatizando que su propósito no es seguir ninguna línea de Chávez y sus satélites, ni de nadie, sino el concentrarse en la solución de los problemas de este país y hacerlo dentro del marco de la democracia, de la economía del mercado, de la constitución política del país y de una preferencia por ayudar a los pobres y a la pequeña empresa.

Como él mismo lo ha dicho, estos propósitos no tienen por qué dividir al país o generar una falta de entendimiento con el sector privado. La elección misma de un candidato que, como él, corrió como un político moderado, confirma que el país es moderado en esencia y quiere lo que el ahora presidente electo sigue ofreciendo. Si el presidente electo gobierna así, el país enfrentaría la crisis económica con la ventaja de un sector privado lleno de confianza y dispuesto a invertir en el largo plazo.

¿Cuáles serían las medidas que más darían confianza al país de que el presidente electo no quiere tomar el camino de Chávez y sus aliados?

Sin duda, la integración de un gabinete firmemente democrático y consecuente con las ideas económicas del presidente electo sería una señal muy importante para fomentar esta confianza. Pero los miedos más grandes no vienen por el lado de medidas económicas radicales. Al fin y al cabo, en sus primeros años los gobiernos de Chávez y sus aliados no se han concentrado en cambiar el régimen económico, en eliminar la propiedad privada, en destruir a los empresarios. Eso lo han hecho sólo hasta haber logrado su objetivo inicial-perpetuarse en el poder. Esto es lo más amenazante de todo: la posibilidad de que personas que están en el poder lo usen no para beneficio del pueblo sino para asegurar su continuación en la silla presidencial.

En El Salvador los presidentes no se pueden reelegir en períodos inmediatamente subsecuentes, pero sí con un período de por medio. La historia muestra aquí y en otros países (la dinastía Quiñónez-Meléndez que se pasaba la presidencia de compadre a compadre y de regreso a principios del siglo XX, los presidentes títeres que le tenían la presidencia a Somoza en Nicaragua para que pareciera que sus reelecciones no eran consecutivas) demuestra que, en nuestros países, en los que las instituciones todavía son débiles el estado todavía puede manipularse para tratar de asegurar el establecimiento de dinastías malsanas. Dichos intentos son siempre negativos para el país, aunque no sean exitosos, ya que desvían el uso del poder del estado hacia la persecución de ambiciones personales en vez de hacia el beneficio público. No hay proyecto que sólo pueda ser desarrollado por una sola persona, y el cambio de personas en el poder, aun dentro del mismo partido, proporciona la prueba de fuego que es indispensable para contar con el apoyo del pueblo y para arreglar problemas que puedan haberse generado en cada administración. La sangre nueva asegura el desarrollo.

El problema más grave de Chávez, Castro y sus seguidores es que no reconocen esto sino que se han ensoberbecido con el poder, anteponiendo sus ambiciones personales al beneficio del país. Si hay algo que es común a todos ellos, y que aterroriza a la gente, es el uso que todos ellos hacen del poder para perpetuarse en el poder. Con sus gobiernos termina la democracia, la posibilidad de enmendar errores electorales previos.

El presidente electo Mauricio Funes tiene una oportunidad de oro para mostrar de entrada su vocación democrática, su separación de la vía que Chávez y todos sus aliados han seguido. El presidente electo puede proponer a la Asamblea Legislativa e invitar a los otros partidos políticos para que apoyen una reforma constitucional que prohíba la reelección de cualquier presidente, en cualquier período consecutivo o no. Esto demostraría que el presidente electo Funes no está pensando en hacer reformas constitucionales para permitir reelegirse en un período consecutivo-como Chávez y sus asociados-ni en establecer una dinastía como la Meléndez-Quiñónez en la que los presidentes se pasaban la presidencia el uno al otro y de regreso, ni como la dinastía de Somoza, que ponía títeres que les devolvían el poder después de un período para dar la imagen de demócratas.

La oportunidad de hacerlo es perfecta, porque si la Asamblea actual la aprueba antes de terminar su mandato y la siguiente la ratifica al nomás comenzar el suyo, la reforma estaría vigente en un par de meses. Los otros partidos, que dicen que se preocupan mucho por la posibilidad de que el presidente electo pudiera decidir seguir los pasos de Castro, Chávez, Correa y Evo Morales tendrían que apoyar la medida si es que son honestos en sus preocupaciones. El presidente electo pondría a prueba la honestidad de estos partidos si hace la propuesta y pide que la apoyen.

Eso sí daría confianza a la ciudadanía. Eso daría pruebas de las intenciones del presidente electo. Y de paso resolvería otros problemitas también.

Manuel Hinds

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