miércoles, 18 de marzo de 2009

EL TALÓN DE AQUILES DE FUNES

La del domingo es una herida fresca que los salvadoreños tendrán que cicatrizar, pero uno diría que esta elección presidencial fue la prueba de fuego para demostrar que ese pueblo ya está maduro.

Y no porque se llevara el galardón presidencial el Frente Farabundo Martí Para la Liberación Nacional (FMLN), sino porque en la izquierda y en la derecha hubo mesura, esa cualidad tan escasa en los hombres y menos aún en bandos políticos tan antagónicos.

Dicho esto, menuda tarea le espera a Mauricio Funes en el timón presidencial. Se trata, ni más ni menos, de pasar del dicho al hecho.

Fácilmente pueden observarse gigantescos retos que le esperan a lo interno y grandes desafíos que lo acechan externamente.

La búsqueda del equilibrio en un país acostumbrado a los extremos debe ser su estandarte y, al menos en teoría, areneros y efemelenistas parecen decididos a dar ese paso.

Pero allí la tarea apenas comienza. Funes luce como un tipo moderado, conocedor, pero su inexperiencia en la función pública abre une enorme signo de interrogación sobre lo que viene.

Y no está solo. Su partido, el FMLN, acostumbrado desde incorporación a la vida política a ser oposición, es también neófito en el arte de gobernar. Lo de ellos es un experimento en el que los salvadoreños cruzan los dedos a la espera de urgentes resultados.

Eso no es todo. Todavía está por verse si en el Frente no se va a desatar una rebatiña por el poder entre algunos dinosaurios de la izquierda más recalcitrante que todavía pululan en sus filas, y los sectores moderados encabezados por el mismo Funes.

Más allá de eso, el nuevo presidente llega a gobernar con un aparato burocrático construido por ARENA durante dos décadas y que, de seguro, aún responde en gran medida a los dictados de esa agrupación. Deshacer ese esquema y convertirlo en uno al servicio del Estado no será una tarea fácil.

Habrá que ver si el FMLN no termina maniatado, al menos durante unos meses, mientras logra hacerse realmente del timón.

Pero, que quede claro, el triunfo de la izquierda no debe ser tampoco un pretexto para que su dirigencia emprenda una cacería de brujas contra cualesquiera que huela a simpatizante de ARENA.

El telón de fondo de toda esta maraña: un pueblo desesperado, urgido por un verdadero cambio que detenga la hemorragia de violencia. Para eso no hay mucho tiempo. Cada hora que pasa se cuenta en vidas perdidas.

Peor aún, digan los que digan las cifras oficiales en El Salvador, lo cierto es que la crisis sacude con tal fuerza a la población que la masiva e imparable migración de salvadoreños a Estados Unidos habla por sí sola.

Si miramos allende las fronteras, muchos tendrán los ojos puestos en la política exterior de Funes. Ya el nuevo gobernante dijo que su izquierda se parece mucho más a la línea moderada de Lula Da Silva que a la versión recalcitrante de Hugo Chávez.

Ya vendrán las presiones de comandante Chávez y su combo para que se una a sus filas, sobre que todo ahora que la recesión se ha convertido en un fantasma que comienza a recorrer todos los rincones del orbe.

Funes tendrá que demostrar que es más que un buen orador. Que recuerde que "no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir.


Luis Álvarez, La Opinión, Los Ángeles, EE.UU.

No hay comentarios:

Publicar un comentario