HECHOS Y NO MAQUETAS

A un poco más de una semana de la elección presidencial del 15 de marzo, es lo más probable que las cartas estén servidas y que muchos indecisos ya hayan definido su voto.

El Salvador es un país mucho mejor del que presentan en el exterior y aquí mismo algunos malos salvadoreños; y no queremos perderlo.

Si recorremos su historia reciente nos sorprende la fuerza vital y capacidad de recuperación que tienen su gente y su estructura social. Lejos de la perfección, desde luego, y con carencias que pueden y deben ser superadas, El Salvador tiene un segundo lugar en calidad de vida en la región.

Los otros países hermanos no nos superan en el orden social, excepto Costa Rica, lo que resulta impresionante si se toma en cuenta que El Salvador es la nación centroamericana con menores recursos naturales y mayor densidad demográfica.

En 1965 un terremoto causó daños humanos y materiales enormes; en 1969 una guerra privó al país de su principal mercado de exportación e hizo que regresaran al país unos 300 mil emigrantes; en los años setenta comenzó una etapa terrorista de secuestros, asesinatos y extorsiones; en la década siguiente se desató un conflicto fratricida de más de 12 años, que produjo cuantiosas pérdidas humanas y destruyó en gran medida las infraestructuras de comunicaciones, energía y producción, cercenando el mercado laboral; en 1986 un nuevo terremoto produce centenares de muertes y la pérdida parcial o total de unos 500 edificios y 5 mil viviendas, principalmente en la capital.

Suma de hechos capaces de traumar a nuestros niños y hacerlos aun más dignos de respeto, como para que no sean utilizados y expuestos en actividades políticas o entrenados para la violencia. (Agréguense los terremotos de 2001.)

No obstante la destrucción de puentes, caminos y torres de transmisión eléctrica durante la guerra, El Salvador tiene ahora una notable red de carreteras y autopistas, que está siendo completada con nuevas troncales y la Longitudinal del Norte, sueño hecho realidad con los fondos del Milenio gestionados por el Gobierno salvadoreño y donados por Estados Unidos.

La Longitudinal es el eje que incorporará plenamente a las actividades de producción y consumo a una zona preciosa, asísmica, de buen clima, con panoramas y perspectivas gratísimas para el turismo. Es como si El Salvador estuviera creciendo territorialmente un 50 por ciento y creando trabajos y oportunidades para más de 950 mil salvadoreños, gracias a la iniciativa del gobierno Saca y a la amistad de Estados Unidos.

La generación hidroeléctrica, la mejor para el país, aumentará con la represa del río Torola y si los diputados se deciden, pronto operará el nuevo gran puerto de La Unión, revitalizador de la zona oriental y de toda nuestra economía. Obras son amores.

En los primeros cuatro años de la administración Saca el PIB subió del 1.9 al 4.7, bajando un poco más de 1 punto en 08, por los precios de los combustibles y la crisis importada, pero presentando al final un crecimiento del 3.4.

Durante esta administración el sector agropecuario creció en promedio 6.2% y la inversión extranjera subió de 3,655.5 millones de dólares en 2004 a 6,325 millones en 2008 (incluida la compra de tres bancos).

Con la reforma fiscal los ingresos corrientes pasaron de 2,523.5 millones a 3,963.3 y los ingresos tributarios de 1,820 millones en 2004 a 2,885.8 en 2008. Y, por fin, tenemos un turismo altamente productivo.

Resulta ilustrativo que mientras el señor Funes promete parar la “minería verde”, el presidente Saca ya la paró de manera firme y el Ilustrísimo Arzobispo Metropolitano le felicitó por ello. ¡Actualícese, periodista!

Sigfrido Munés
http://www.laprensagrafica.com/index.php/opinion/editorial/21354.html