miércoles, 18 de marzo de 2009

VAMOS A ACTUAR SIEMPRE CON LA CABEZA Y EL CORAZÓN

Ser muy racional en nuestras posturas, criticar con sentido, respaldar las buenas medidas y señalar errores, es la mejor forma en que podemos apuntalar la gestión de un gobierno. Pedimos al futuro gobernante actuar con la cabeza y no con el hígado, como de igual manera prometemos llevar a cabo nuestro cometido profesional con la cabeza, pero también con el corazón.

La cabeza es lógica, buen sentido, experiencia, conocimiento y lo que se haya logrado de sabiduría. Adquirimos la lógica en las aulas, de nuestros padres y escribiendo sobre y analizando lo que la vida nos ha venido poniendo por delante; pasar por los períodos más duros de nuestra historia nacional y del mundo contribuye al conocimiento y se va decantando en sabiduría.

Hay mucho corazón en lo que hacemos, desde contribuir a la formación intelectual y moral de la juventud salvadoreña hasta nuestros esfuerzos como informadores y editorialistas para aliviar los sufrimientos y lacras de los sectores más vulnerables de la población. Nadie tiene el monopolio de la compasión, como lo demuestran las muchísimas obras y programas de caridad sostenidos por familias, empresas y entidades privadas, a lo que se agrega la permanente capacitación profesional que es una parte vital del trabajo de toda organización productiva.

El próximo gobierno tendrá a un tigre cogido de la cola: una aflictiva desaceleración económica nacional, crisis mundial, contracción de los mercados, baja en las recaudaciones fiscales y las expectativas de sus partidarios.

La regla: coyol quebrado, coyol comido
Al presidente electo sus opositores le reconocieron su cerrada victoria en calma. En los tres opacos días transcurridos desde el domingo, no hubo protestas ni despliegues de histeria; como es la costumbre acá la gente volvió de inmediato a sus habituales ocupaciones. La disposición tolerante y tranquila de la mayoría de salvadoreños se comprueba en que aquí coexisten, hasta hoy, las más diversas tendencias políticas.

Ayer recordamos que los equilibrios entre los incontables actores económicos de un país son tremendamente sensibles y frágiles. A esto se agrega que la mayoría de personas y de empresas subsiste con los pies puestos en una realidad: coyol quebrado, coyol comido.

Una gran empresa puede tener activos muy fuertes y contar con clientelas enormes, pero los flujos de caja negativos pueden doblegarla en cuestión de semanas, como casi sucedió a la industria aérea mundial después de los atentados terroristas en Nueva York y Washington.

Al hablar de empresas debemos cruzar con la mente sus puertas y adentrarnos en ellas para contemplar a las decenas, los centenares o los miles de empleados que las constituyen y que derivan su sustento del éxito que aquellas tengan.

Aquí hablamos con el corazón: es vital compartir las preocupaciones, ahora muy grandes, de los empleados y ejecutivos de las empresas y negocios privados en El Salvador, como de los servidores públicos y a quienes el futuro muy cercano y a largo plazo se les presenta incierto.

Un gobierno no debe fallar ni cometer desaciertos pues de inmediato se vulneran los equilibrios del empleo y la producción. Y eso se transforma en penurias terribles. Las medidas y decisiones económicas se deben analizar no sólo en base a la promesa visible, sino más por los efectos que siguen, que pueden causar consecuencias diametralmente opuestas.


EDITORIAL DE EL DIARIO DE HOY

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