sábado, 7 de marzo de 2009

¡ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO!

En las elecciones presidenciales de 1992, entre el republicano George H.W. Busch (padre) y el demócrata William Clinton, un lema definió el triunfo y la derrota.

Las encuestas predecían la irremediable derrota del desconocido Clinton y el triunfo aplastante del popular Bush. Su reelección se consideraba segura por sus éxitos en la política exterior, como el fin de la Guerra Fría y la guerra del Golfo Pérsico.

Ante la desproporcionada diferencia en las encuestas de opinión (90 para el republicano y sólo 10 para el demócrata) el estratega de la campaña de Clinton, James Carville, la enfocó sobre la economía nacional y no sobre asuntos internacionales.

La recesión económica era el real malestar de los ciudadanos. Inmediatamente Clinton comenzó a usar el eslogan: "Es la economía, estúpido". Esta sencilla y clara, pero contundente frase, logró convertirlo en el nuevo Presidente de EE.UU.

Hay otros ingredientes tales como juventud, inteligencia, credibilidad, audacia y oratoria; pero éstos los aparto por falta de espacio para mis artículos recicleros. Ahora sólo me interesa destacar la importancia que tiene una estrategia electoral nucleada en los problemas más preocupantes e inmediatos de los ciudadanos.

Otro ejemplo importante es la del entonces candidato Barack Obama, en la campaña electoral de 2008. Su tema principal fue ofrecer abatir la recesión económica y financiera para salvar al país de la bancarrota total. Y en noviembre del mismo año, se convirtió en el primer negro --"soy negro como el carbón", confiesa-- en llegar a la presidencia de Estados Unidos.

Consecuente con su ofrecimiento, el ahora presidente Obama expresó, en su primera comparecencia ante las cámaras de Representantes y del Senado (24 de febrero) que su reto prioritario era "empujar unidos" para salir de la crisis económica y financiera, y estimular a la empresa privada.

Aquí en el país los empresarios Ricardo Poma, Samuel Antonio Quirós, Roberto Murray Meza, Ricardo Sagrera, Federico Colorado y Jorge Dabub --preocupados por las incertidumbres que se ciernen sobre un posible triunfo farabundista y el consecuente cambio de nuestra forma de Gobierno-- han expresado, en forma coincidente, que es necesario un "acuerdo nacional" para enfrentar unidos la recesión económica y financiera.

El reto fundamental es continuar fortaleciendo el crecimiento económico para ampliar y mejorar la calidad de los servicios básicos tales como trabajo, educación, vivienda, salud y seguridad social.

Lo mismo ha propuesto el presidente de China Hu Jintao al decir que primero es la economía y después los problemas sociales.

El empate técnico que reflejan algunas encuestas entre Rodrigo Ávila y Mauricio Funes, a menos de 10 días de las elecciones, hará que cada voto determine el estancamiento o el progreso, la democracia o la autocracia, la paz social o la violencia fanática. O votamos con las tripas o con la conciencia.

Hay que tomar eN cuenta, como dice Heinz Dieterich, creador de la doctrina del Socialismo del Siglo XXI, que ningún gobierno en la historia ha logrado estabilidad, certidumbre y progreso, si no cuenta con el apoyo de la empresa privada y de la Fuerza Armada. Y es público que el FMLN ha sido enemigo acérrimo del capital y de la Fuerza Armada. Para colmo de males, Mauricio Funes, ha agregado otro poder: los diarios, la radio y la TV.

Expresó que "los medios de comunicación son sus principales enemigos". Y también ha propuesto, en total y feliz ignorancia, cambiar la democracia representativa, por la democracia popular, como la de Hugo Chávez, en Venezuela.

Desconoce que la Constitución Política dice, en forma taxativa, que el Gobierno es "republicano, democrático y representativo".

Ante esta posibilidad de cambio, debemos luchar por fortalecer la democracia. Esta consiste, como dice Karl Popper, en "la posibilidad que otorga a los ciudadanos de deshacerse de sus gobernantes sin derramamiento de sangre".

El corolario es que solamente por medio de la empresa privada se puede lograr un crecimiento económico y crear fuentes de trabajo, mejorar la educación, construir más viviendas, extender los servicios de salud y lograr la estabilidad política.

Como diría Bill Clinton: "Es la economía, estúpido".


Carlos Sandoval
*carlossandovalb@yahoo.com

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