jueves, 26 de marzo de 2009

EL SALVADOR: LA GRAN LECCIÓN

Tras veinte años de bien gestionados gobiernos, el partido de la derecha ARENA cede el poder por la vía electoral a quienes lo habían intentado alcanzar por la vía de las armas. El relevo ya confirmado con la victoria del FMLN en las pasadas elecciones confirma a quienes observamos la política en el continente que la ruta de alternabilidad democrática escogida por el hermano pueblo salvadoreño es la correcta.

Lo ocurrido es interesante y es un maravilloso ejemplo de un proceso de maduración cívico-política. Dos décadas de gobiernos de derecha empresarial ceden su lugar a la izquierda agrupada en el Frente. Cada vez que ARENA venció al FMLN en los cuatro ejercicios anteriores, los entonces opositores aceptaron la derrota y continuaron su trabajo de fortalecimiento y reinvención de su opción. Así fueron ganando poco a poco alcaldías y diputaciones, hasta llegar al punto de ser un proyecto viable que logra el favor del voto popular. Atrás quedó la confrontación ulterior al discurso.

Atrás quedó la guerra fría y se dio el paso más importante al convencer a toda la nación que es el ejercicio de la política en su más amplia y continua expresión lo que da espacio al cambio, al relevo, a la revitalización del tejido social y político de nuestros pueblos.

Con este triunfo y la aceptación de los grupos asimilados en ARENA, se confirma que los gremios empresariales pueden apoyar y participar en la política, pero deben tener la madurez necesaria para admitir que hay una agenda de nación muy superior a la de sus propios intereses. Viene esto al caso, porque hay naciones en nuestra región en donde el sector empresarial interviene en la política con una visión corporativista de todo o nada y terminan contradictoriamente –por la fuerza de su poder económico– destruyendo las instituciones y su necesaria funcionalidad.

Los frentistas entendieron en todos estos años desde la trinchera política que la derrota encierra sabias lecciones. Comprendieron lo mismo que los areneros han admitido ahora: hay una nación por construir, una nación por enriquecer todos los días, en la cual la estrategia para administrar la cosa pública toma el lugar prioritario que pocos días antes tenía la táctica política durante la campaña y antes, la táctica militar durante los tiempos aciagos de la lucha entre hermanos.

El futuro de El Salvador llega de la mano de un elocuente y moderado social demócrata que confiesa querer parecerse más a Lula que al icónico Fidel Castro, fuente de inspiración de los principales cuadros frentistas. Importante rasgo que define al relevo presidencial, quien hoy tendrá el desafío de buscar una receta de necesarios ajustes en mitad de una cruda crisis financiera global al tiempo que por primera vez la izquierda salvadoreña confronta el reto de transformar la nación sin provocar la debacle, aspecto radicalmente diferente respecto a los antiguos enunciados del FMLN de Schafik Hándal.

¿Que si es una lección? Saque usted sus propias conclusiones. Yo desde mi silla en el centro derecha del espectro político, felicito a ARENA, a los ejemplares empresarios de El Salvador, al pueblo salvadoreño y al presidente Mauricio Funes a quien le deseamos que la visión moderada que proyectó al mundo a través de CNN sea el eje de ruta que le permita proveer al pueblo salvadoreño la prosperidad y la paz social que busca y que con ello el futuro se plantee menos oscuro que lo dibujado en la mesa de los analistas.

Julio Ligorría Carballido/ Consultor guatemalteco, presidente de Interimage Latinoamericana, S. A.

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